Es difícil encontrar trabajo sin que pregunten demasiado sobre tu pasado. Así que le agradezco al universo que, milagrosamente, los Garrick me hayan dado empleo limpiando su impresionante ático de Nueva York. Es casi perfecto. Sin embargo, todavía no he conocido a la señora Garrick ni he podido ver lo que hay dentro de la habitación de invitados. Estoy segura de que la oigo llorar. También veo las manchas de sangre en el cuello de sus camisones cuando hago la colada. Y, un día, no puedo evitar llamar a su puerta. Cuando esta se abre lentamente, lo que veo lo cambia todo… Es entonces cuando hago una promesa. Douglas Garrick se ha equivocado. Y va a pagar. Es solo una cuestión de hasta dónde estoy dispuesta a llegar.
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