A fines de julio de 1851, Sophia Hawthorne viaja con sus dos hijas a Boston y deja a Julian, de entonces cinco años, en la casa familiar de Lenox, Massachusetts, al cuidado de su padre. Los días que Hawthorne pasa con su hijo se convierten en un material de escritura luminoso que da lugar a este libro peculiar, a medio camino entre un diario de apuntes, una larga carta a la madre ausente y una reflexión vívida y atemporal sobre la fugaz, y a veces agotadora, infancia de los hijos.
«Hacen falta, qué duda cabe, más conversaciones, más discusiones complejas, hermosas y feroces que movilicen nuestras formas de criar y de amar, nuestras ideas de familia y de masculinidad, nuestro sentido del arraigo, nuestras formas de habitar el mundo. Por eso se agradece la existencia de un libro como este. En las cavilaciones de un padre atípico de mediados del siglo XIX, de pronto encontramos, inesperadamente, más sustancia y más futuro que en muchos retratos contemporáneos de la paternidad»