¿Se aprende de la gente?
Sí.
¿Se aprende de uno mismo?
También.
¿Se va uno haciendo mejor?
Supongo.
¿Devolvería lo aprendido con tal de que esto no hubiese sucedido nunca?
Evidente. Nunca estaré agradecido de nada que haya aprendido de esto, porque por asociación directa estaría encontrándole el lado bueno del cáncer de J; y saben qué…
«El dolor es cosa seria. También el humor. El tránsito entre uno y otro es lo que el autor ha elegido para soportar el espanto en un relato profundo, inteligente y conmovedor. Ante el desconsuelo, las palabras son engañosas: a veces sanan, a veces faltan. Andrés Valdivia ha logrado un acuerdo vivo con ellas» (Marcela Serrano).