“Ya de niño conocí a los dioses fugitivos. Ellos se aferraban a la renovación de la sangre bajo otras estrellas. Me di cuenta de inmediato que estaban en mi sangre y que necesitaban hablarme, transmitirme una misión y un destino. Estaban también en los habitantes que conformaban la comunidad que reconocí como propia. Se habían liberado de las ataduras, luego del desembarco. Se habían liberado del dios del desierto, habían redescubierto la emoción de crear nuevamente un mundo, con sus bosques y su arquitectura. Pudieron reunir de algún modo la sangre dispersa y enfrentada a menudo entre sí en territorio europeo, por intereses ajenos y espiritualidades que destruyeron su corazón y su alma verdaderas”.
– Juan Pablo Vitali
ICP-0038.