Seamos «progres», conservadores o quimeras, el peso otorgado a la idea de exclusividad en una relación amorosa es un tema que levanta pasiones. En el fondo se nos educa para aspirar a una utopía: al día en que finalmente descubramos el Amor Verdadero y encontremos a nuestra media naranja. Pero la fantasía del amor romántico, lejos de ser la eterna felicidad que nos promete, es el origen de muchas de nuestras miserias, y está atravesada por expectativas que conjuntan contexto político, cultural e historia personal.Más que una crítica a la monogamia, El día que aprendí que no sé amar es un (anti)manual para repensar los patrones que mantienen a la sociedad dividida en un binarismo violento que cosifica al otro y nos impide crear expectativas más realistas y relacionarnos con un humano, y no con un ente abstracto en nuestra imaginación.
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