En El Chile que he vivido, Andrés Zaldívar recorre la historia de buena parte del siglo XX y lo transcurrido del siglo XXI. En su relato toma distancia de las tradicionales memorias o autobiografías centradas en el protagonismo egocéntrico. Ha optado por situarse más cerca del testigo que da fe de lo visto y vivido, que en su caso es mucho. Las publica a sus 86 años, dotado de una memoria prodigiosa para pincelar el tiempo ido. Nos remonta al Chile que lo vio nacer y en el que protagonizó una vida pública de siete décadas, en las que sucedieron acontecimientos decisivos para el país. Es la historia de su tiempo, de su generación: “A lo largo de mi vida he estado arriba y abajo; he sido reconocido y marginado; homenajeado y denostado; perseguido y reverenciado; exiliado y retornado. He vivido guerras, revoluciones, dictaduras, opresión y luchas descarnadas por la libertad. He sido testigo del hambre y de la opulencia, de la esperanza y el abatimiento, del coraje y la cobardía. Y en medio de todo, siempre se encuentra uno con héroes y canallas, con personas sencillas y de noble alma. De todo esto he sido testigo y, en ocasiones, también protagonista. Y eso es lo que quiero relatar”.
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