Dormir y despertar en un mundo que se pierde.
Para comprender es indispensable mirar también de noche. Pero la noche es algo que se hace, que se construye, como Penélope y Scheherazade, quienes inventaron una temporalidad nocturna hecha de paciencia y de esperanza, y en sus esperas salvaron algo para sí mismas y para el mundo.
Cuando vuelven los viejos terrores nocturnos recordamos que dormir es una proeza cotidiana. Es un trabajo que requiere una distancia, alejarse del mundo para resistir la invasión de la contingencia, la dureza de las palabras y la presencia de los demás. Necesitamos una soledad distinta, positiva, necesaria para ver la singularidad de las cosas. Una distancia psicológica,
una soledad que nos falta, porque nos lleva a una nueva forma de habitar el tiempo, que no tritura el sentido y el deseo.