Jordi Cussà irrumpió con fuerza en la narrativa catalana con «Caballos salvajes» (2000), novela de culto que sorprendió a críticos y lectores por su fiel retrato de un mundo marginal -el de la adicción a las drogas duras- poco transitado por los escritores catalanes, y por sus innovaciones lingüísticas y estilísticas. La novela, que narra de forma coral las aventuras y desventuras de un grupo de amigos que se dedican al tráfico y consumo de heroína y otros estupefacientes en la Cataluña de los años ochenta y noventa, es un relato perturbador, pero ágil y poetico, de «la generación de los pringados», en palabras de su protagonista. Una generación que galopó entre el extasis y el averno hasta que la adicción, o el sida, truncó sus vidas y que encontró en un superviviente, Jordi Cussà, al mejor cronista posible.
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