Madame Realismo tiene el televisor prendido hace horas, años. Sin embargo, a veces le gusta salir y visitar lugares que exhiben arte, o lugares que son museos pero que no exhiben arte en absoluto. Todo se rinde ante su mirada extrañada: las obras, los comentarios del público, los montajes, las colecciones y las obsesiones de los artistas. Luego, vuelve a su casa, con su gato, con la tele, y sueña que se transforma en un catálogo. En alguna noche salvaje, va a una inauguración y anota en su libreta: Madame Realismo resultó un fraude.Nacida de un trabajo en colaboración de Lynne Tillman con Kiki Smith a comienzos de los ochenta, el nombre de Madame Realismo es una manera de “preguntarle al surrealismo por la extraña posición de las mujeres, a la vez divinizadas y relegadas a un segundo plano” (Sir Realism / Madame Realism). Un personaje desalentador y filoso que provocó, en sus primeras apariciones en la revista Art in America, cartas de lectores que protestaron porque no se trataba de una visitante profesional de museos. Nada pudo complacerla más. Este volumen híbrido reúne a las tres criaturas más frágiles y exuberantes del universo de Tillman: Madame Realismo, protagonista de una serie de ensayos sobre arte y cultura escrita como ficción lúdica; un personaje fruto de la imaginación de Madame Realismo llamado Paige Turner, exploradora del discurso amoroso y contadora de historias de feria; y Un artista de la traducción, autor de textos sobre Cindy Sherman, Joan Jonas y David Wojnarowicz que son dispositivos de transformación continua de sentidos y cierran este conjunto de indagaciones profundamente indiferentes a las distinciones de género. Si “no hay manera de esquivar los comienzos, los medios y los finales que caminan por las calles, macabros como zombis”, si conocemos las historias siempre cuando ya comenzaron, si nombrar es renombrar, es probable que algunas claves se encuentren en estas realidades múltiples habitadas por mamushkas hechas de palabras.
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